Anita se equivocó de carro... entre otras cosas.

Si la hubieran conocido nunca les hubiera pasado por la mente que estaba en problemas financieros: 30 años, soltera sin hijos, el único recibo que pagaba era el del celular, gerente de departamento en una empresa multinacional, un salario mensual de 6 dígitos y su única deuda era la del carro alemán último modelo del que se bajó. Su queja era que no llegaba a fin de mes, y tenía que recurrir a su tarjeta de crédito. Si bien es cierto la pagaba de contado, consumía casi todo su efectivo.

Cuando le ayudé a Anita a hacer el presupuesto, vimos claramente que “la tenía fácil” pasarse a usar efectivo y utilizar la tarjeta sólo en ciertos casos, pero eso significaba reducir el gasto en al menos uno de los rubros más significativos para ella.

Como mujer, inmediatamente noté cómo vestía y los accesorios que traía. Me dijo que tenía como 4 pulseras de unas muy conocidas, y ni sabía por qué, aunque le encantaban, “era lo que se estaba usando”. Le encantaba vestir “business casual” e invertía en buenos lentes para el sol y zapatos y bolsos y maquillaje y cremas para las arrugas y ropa interior y ropa del gym, y…

Tenía una vida social muy activa e iba donde iba “todo el mundo” por supuesto: al bar o bares de moda, a cuanto restaurante nuevo hubiera, al concierto de Mengano y Sutano, al circo, al desfile, a la feria, a la exhibición, a la fiesta, al club, y así por el estilo. Se gastaba $300, en promedio, por fin de semana, sólo en entretenimiento, y cuando iba a la playa era el doble.

El carro alemán…Había dado la prima mínima luego de vender su carro anterior, y pagaba cerca de $1200 al mes. El carro era divino, muy económico… aunque se dio cuenta que en gasolina no se estaba ahorrando mucho… ahh era porque recogía a “todo el mundo” y luego “dejaba” a todo el mundo.

A Anita no le costó mucho decidir qué “sacrificar”. Como a cualquier otro millenial, las relaciones de amistad eran muy importantes para ella, y a su parecer su vida social la distraía y eso le hacía muy bien. No iba a dejar de comprarse cosas porque para eso trabajaba, así que escogió el carro. Y esto fue lo que me dijo: “si hubiera tenido un presupuesto antes de comprarme el carro me hubiera dado cuenta que no lo puedo pagar si quiero tener efectivo, que chicha!” Lo vendió, y se compró otro. La cuota pasó de $1200 a $650.

A muchos tal vez nos gustaría tener la soltura económica de Anita, pero analizando después su situación, había detalles a los que Anita no le había puesto mucha atención. Primero porque esos detalles los podía pagar, pero principalmente porque obedecían más a su status social que a lo que realmente necesitaba. Por eso insisto en la importancia de tener y ser los masters de nuestro presupuesto personal, porque es la mejor herramienta para tomar decisiones de adónde va nuestro dinero y con qué objetivo. Y que ojalá no nos pase lo que un día Will Smith dijo: “gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no le importamos”.

 

Rosa GomezComment