El aguinaldo piñata

“El problema es que yo empezaba a pensar en el aguinaldo desde enero”. Esa frase decía mucho de la forma en que Marcela administraba sus finanzas. Conforme fuimos construyendo el escenario de su historia, llegué a la conclusión que el aguinaldo de Marcela parecía una piñata… cuando ya está golpeada y sin un solo confite. Plop!

 Como nos ha pasado a muchos, el aguinaldo nos permite soñar, y hacer planes, o sea nos abre posibilidades de obtener cosas sin remordimiento… bueno al menos así creemos que va a suceder.

 Marcela era mamá soltera, y tenía un montón de responsabilidades. La verdad es que su manejo del dinero no estaba tan descarrilado… el problema es que planeaba “muy positivamente” y lo hacía en su mente. Entonces, adquiría deudas “sanas” con el plan de pagarlas con el aguinaldo. Cuando llegaba diciembre, resulta que el aguinaldo se había re-gastado, porque casi se necesitaba otro aguinaldo para terminar de pagar.

 “Mi bebé necesitaba una cama, porque ya estaba grande. La compré a pagos intereses, con colchón y todo, y lo que quedara de saldo a diciembre lo pagaba con el aguinaldo”. Y eso sucedió en enero… En marzo, tuvo que comprarse una compu que, según sus cálculos, para diciembre sólo iba a tener que agarrar un 10% de su aguinaldo para terminar de pagarla. Además, en julio se fue un fin de semana a La Fortuna y le quedó un “piquillo” en la tarjeta, que fijo en diciembre lo pagaba. Y en setiembre, aprovechó una oferta que había con la tarjeta de crédito, y le cambió las llantas al carro. En octubre tuvo que arreglar las goteras de la casa, y el “piquillo” de la tarjeta se hizo más grande pero todavía era pagable, así que aprovechó y pintó la fachada de la casa y puso lámparas nuevas. En noviembre hizo algunas compras de útiles escolares, “porque estaban en oferta, había que hacerlo” y de nuevo se fue a la tarjeta. Como ya no le quería poner más gasto a la tarjeta, le dijo a su hermano mayor que le prestara una platilla y que en dos semanas se la devolvía porque ya le pagaban el aguinaldo, y adivinen… Yo sé que adivinaron. Había gastado el aguinaldo casi dos veces, y tuvo que echar mano, en diciembre, de un préstamo personal “chiquitico” para no quedarle mal al hermano. ¡El plan era pagarlo con el próximo aguinaldo… otra vez plop!

 Entonces… le dio tantos golpes al pobre aguinaldo, que cuando llegó el momento, había revoleado todos los confites y no le quedó ni uno. Eso pasa cuando hacemos planes y soñamos sin un plan. Cuando se nos olvidan los compromisos adquiridos… para luego lamentarnos. La plata es un medio para adquirir cosas, algunas nos hacen muy felices, pero nos enredamos tanto, que terminamos por no querer saber nada que tenga que ver con plata. Terminamos odiando la situación que creamos.

 La pregunta es, ¿queremos disfrutar de nuestro dinero? O ¿queremos llorar como el niño que se quedó sin confites en la fiesta? Si estás en esa situación o sospechás que pronto vas a llorar por plata, ordená tus finanzas hoy… no el otro diciembre!

Rosa Gomez